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Luis Cotobal
Luis Cotobal

La libertad y el placer de ignorar opiniones ajenas

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Virginia Woolf, con su perspicacia característica, una vez describió los ojos de los demás como nuestras cárceles y sus pensamientos como nuestras jaulas. Esta frase resuena profundamente en la sociedad actual, donde la opinión ajena a menudo pesa más que nuestra propia voz interior. En una era donde las redes sociales amplifican cada pensamiento y percepción, es crucial reflexionar sobre el impacto de estas opiniones en nuestra vida y libertad personal.

 

Frecuentemente, las opiniones que los demás forman sobre nosotros están basadas en percepciones anticuadas o medias verdades. Es sorprendente cómo alguien puede aferrarse a la imagen de una persona que no ha visto en años, ignorando la evolución y el cambio que inevitablemente ocurre en cada ser humano. Esta fijación en las opiniones ajenas nos lleva a un preocupante dilema: ¿Debemos realmente preocuparnos por lo que los demás piensan de nosotros?

 

El problema se intensifica cuando empezamos a moldear nuestras acciones y decisiones basándonos en estas percepciones externas. En un esfuerzo por agradar o encajar, podemos perder nuestra esencia, alterando nuestras palabras, decisiones, e incluso nuestras amistades. Esta pérdida de autenticidad nos afecta individualmente y nos impregna en nuestra vida diaria, creando una realidad distorsionada donde el juicio ajeno prevalece sobre nuestra verdad.

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En este contexto, vale la pena reflexionar sobre una sencilla historia: la de dos ranas en un pozo. Mientras una rana sucumbía a las opiniones desalentadoras de sus compañeras y se rendía, la otra, sorda a estas voces, lograba salir del pozo tras un esfuerzo constante. Esta fábula ilustra una poderosa lección: a veces, es necesario hacerse un poco "el sordo" para lograr nuestras metas y mantener nuestra integridad.

 

Como Virginia Woolf sabiamente señaló, no deberíamos permitir que las opiniones ajenas se conviertan en nuestras prisiones o jaulas. La verdadera libertad radica en ser quien realmente queremos ser, sin la carga del juicio externo. En un mundo ruidoso y lleno de opiniones, a veces lo más sabio es simplemente taparnos los oídos y seguir nuestro propio camino, liberándonos de las cadenas invisibles de la aprobación ajena. Solo así podemos verdaderamente vivir una vida auténtica y plena.