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Luis Cotobal
Luis Cotobal

No le puedes gustar a todo el mundo, no eres una croqueta

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En la era de las redes sociales y la interconexión constante, a menudo nos encontramos atrapados en un dilema: el deseo de ser aceptados y queridos por todos. Pero, ¿eso es realmente posible o saludable? La respuesta es un rotundo no. No le puedes gustar a todo el mundo, y eso está bien; Después de todo, no somos una croqueta.

 

Esa es una frase que suele recordarme una persona a la cual tengo un gran respeto y admiración. Quizás me veo en cierto modo reflejado en ella, pero reconozco, que me cuesta todavía aprender a poner en practica la teoría de la croqueta.

 

La metáfora de la croqueta es un recordatorio humorístico de la realidad de la vida. Las croquetas pueden tener un atractivo universal; su crujiente exterior y su suave interior son irresistibles para muchos. Sin embargo, incluso las croquetas tienen sus detractores. Algunas personas pueden preferir otros platos o tener restricciones dietéticas que les impidan disfrutar de este manjar. ¿Significa eso que las croquetas son carentes o deben cambiar para complacer a todos? Por supuesto que no.

 

Lo mismo ocurre con nosotros como individuos. Todos somos únicos, con nuestras propias personalidades, valores y creencias. Lo que atrae a una persona puede no ser apreciado por otra, y eso es completamente normal. El intento constante de ganar la aprobación universal puede llevar a la autenticidad comprometida y a la pérdida de nuestra identidad.

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No le puedes gustar a todo el mundo, no eres una croqueta.

En lugar de la aprobación de todos, debemos centrarnos en ser fieles a buscarnos a nosotros mismos. Aceptar que no todos nos van a entender o apreciar es un paso esencial hacia la autoaceptación. Si pretendemos ser algo que no somos sólo para encajar en todas las casillas de la sociedad, terminaremos agotados, descontentos y decepcionados.

 

Además, la diversidad de opiniones y gustos es lo que hace que el mundo sea interesante y enriquecedor. Imagina un mundo donde todos fueran iguales y compartían las mismas opiniones y gustos. Sería un lugar monótono y sin vida. La divergencia en perspectivas y preferencias es lo que fomenta la creatividad, el debate y el aprendizaje.

 

Habrá que ponerse un Post-it frente al ordenador para recordarnos que no le podemos gustar a todo el mundo, y eso está perfectamente bien. No somos croquetas, y no necesitas serlo. Abracemos nuestra autenticidad aceptando que la diversidad de opiniones y gustos es lo que hace que la vida sea interesante. Sigamos el camino de acuerdo a nuestros valores y creencias para sí -creo yo- encontrar a aquellos que aprecian y valoran genuinamente lo que somos.

 

Como dijo Oscar Wilde: "Sé tú mismo, los demás puestos ya están ocupados".