A veces, en medio de la confusión y las quejas, nos olvidamos de quiénes son los que realmente se ensucian las manos para que las cosas funcionen. Hablamos de tuberías, de cortes de suministro, de presión del agua, pero pocas veces hablamos de las personas que están al otro lado del asfalto, bajo la lluvia, el frío o el sol abrasador, abriendo zanjas, reparando tuberías y asegurándose de que cuando abramos el grifo, haya algo más que aire.
Goyo, Edu, Santi y Paco son los nombres detrás de este trabajo silencioso, pero imprescindible. Hoy han estado en la calle Oeste, mientras sus compañeros trabajaban en la calle de los Huertos, devolviendo el agua a Carbajosa.
Puede que no se les mencione en los comunicados oficiales ni en las notas de prensa, pero sin ellos, el municipio seguiría seco. No son políticos ni directivos, no firman contratos ni comparecen ante los medios. Son operarios, profesionales que entienden su trabajo como una misión casi invisible hasta que algo falla.
Y aunque no son de dar declaraciones, siempre encuentran un momento para atender a los medios y explicarnos 'a los de letras' cómo va el trabajo y que podamos contar con precisión y cierta técnica lo que está pasando. Yo personalmente a estas alturas, entre unas y otras, estoy haciendo un máster en la materia.
Cuando se produce un corte de agua, las quejas vuelan, y con razón
Es incómodo, altera la rutina y genera incertidumbre. Pero pocas veces nos detenemos a pensar en lo que implica restablecer un servicio como este. No es cuestión de pulsar un botón o girar una llave. Es cavar, desmontar, sustituir piezas, trabajar contrarreloj y hacer todo lo posible para que el suministro vuelva lo antes posible, de manera fina y sin más contratiempos.
Y no siempre en condiciones fáciles. Hoy, por ejemplo, han trabajado bajo una lluvia incesante, calándose hasta los huesos mientras intentaban que todo volviera a la normalidad.
No ha sido una jornada cómoda para nadie, ni para quienes han estado con el grifo seco en casa ni para quienes han tenido que abrir el suelo y meterse en las entrañas de las tuberías.
Pero ellos han estado ahí, sin detenerse ni un segundo, con el agua por las rodillas, cubiertos de barro, con las manos frías y la cabeza puesta en que los vecinos pudieran volver a ducharse, cocinar o simplemente llenar un vaso de agua.
Cuando les hemos pedido la foto, al menos han sacado una sonrisa. Alguno incluso ha comentado si daba tiempo a cambiarse de ropa, porque la de faena, empapada y llena de barro, no era precisamente la mejor para posar.
Mientras tanto, a los que nos encargamos de contar lo que ocurre paradójicamente también nos caen críticas. Lo sabemos. Informar no siempre es fácil, porque hay quien cree que dar contexto es justificar y que contar lo que ocurre significa tomar partido.
Pero da igual. Ayer y hoy teníamos algo claro: los protagonistas son ellos, los que están ahí abajo, con las botas metidas en el barro.
Por eso, públicamente, les repito lo mismo que les dije cuando me marchaba de la calle Oeste esta tarde: GRACIAS. Porque habrá que llenarse de barro tanto para arreglarlo como para contarlo. Y en eso, quizás, tengamos algo en común.
Y sí, cuando parecía que todo estaba bien, antes de que echaran la arena y cerraran la zanja, me tomé la licencia de sacarme un selfie con la verdadera protagonista del día: la tubería.
La he llamado Dolores, por lo que sea.