1

Columnistas

Luis Cotobal
Luis Cotobal

La Guardia Civil, corazones que laten de verde

Lectura 5 min

Durante la jornada de hoy, una vez más, he tenido el privilegio de compartir momentos de confianza con miembros de diversas unidades de la Guardia Civil. En nuestra labor periodística, a menudo coincidimos laboralmente con ellos en situaciones complejas y desafiantes, y en esas circunstancias, es fácil olvidarse de la humanidad que hay detrás del uniforme verde. Pero hoy, quiero detenerme a reflexionar y rendir homenaje a esas personas que día a día se la juegan por nosotros, si me lo permites, centrándome en este cuerpo concretamente para esta ocasión.

 

La Guardia Civil, esa institución centenaria que custodia nuestras fronteras, protege nuestras carreteras y vela por nuestra seguridad, está compuesta por hombres y mujeres que sienten, sufren, y se enfrentan a los mismos miedos y esperanzas que cualquiera de nosotros. No son meros guardianes de la ley; son padres, madres, hijos e hijas. Sus corazones laten con la misma intensidad, sus sueños son tan frágiles como los nuestros, y sus sacrificios, a menudo invisibles, son invaluables.

 

En cada misión, ya sea un rescate en montaña, un control de carretera o una operación contra el crimen organizado, los miembros de la Guardia Civil ponen en riesgo su integridad física y emocional. Detrás de cada operación exitosa hay historias no contadas de valentía, compañerismo sin precedentes y, sobre todo, humanidad. Historias de noches sin dormir, de abrazos perdidos con sus seres queridos, de decisiones que pueden cambiar vidas en fracciones de segundo.

 

En un mundo donde las malas noticias parecen ser la norma, tomar un momento para reconocer y agradecer a quienes se la juegan por nosotros no es solo justo, sino necesario. Ellos son un recordatorio viviente de que, a pesar de las adversidades, la humanidad y el sacrificio prevalecen.

2MLS9472 (1)
Agente especializado de la Unidad de Seguridad Ciudadana (USECIC) | Foto: Luis Cotobal.

La Guardia Civil es un símbolo de entrega y dedicación. Su presencia en momentos de crisis y su trabajo constante y callado aseguran que nuestras vidas puedan desarrollarse en paz y seguridad. No es casualidad que, en los momentos más oscuros, su figura se erija como un faro de esperanza y protección. Es en esos instantes cuando comprendemos que, tras la formación marcial y la firmeza de su porte, existe una sensibilidad profunda y una vocación de servicio que trasciende lo meramente profesional.

 

A menudo, la verdadera dimensión de su sacrificio se nos escapa. No pensamos en las veces que han tenido que acudir a situaciones de extrema peligrosidad, en los rescates imposibles llevados a cabo en condiciones adversas, o en las investigaciones meticulosas que desarticulan redes de criminalidad.

Cada acto heroico de la Guardia Civil es un testimonio silencioso de su inquebrantable compromiso con la justicia y el bienestar común.

La dedicación de estos hombres y mujeres va más allá de lo imaginable. Es fácil subestimar lo que significa estar siempre en guardia, listo para responder a una llamada en cualquier momento. Mientras nosotros disfrutamos de momentos de ocio, ellos están allí, vigilando, preparados para actuar. Esta entrega constante y sin reservas es una lección de humildad y devoción que merece nuestro reconocimiento más profundo.

 

Todas estas personas no sólo enfrentan el peligro físico. La carga emocional que soportan es inmensa. Enfrentarse a tragedias humanas, a la miseria, y a la desesperación deja cicatrices invisibles que marcan su espíritu. Pero es precisamente en su capacidad de sobreponerse a estas adversidades donde reside su verdadera grandeza. Su fortaleza no es solo física; es una fortaleza de carácter, de espíritu y de corazón.

 

Imaginemos, por un momento, un mundo sin su presencia. La incertidumbre y el caos serían nuestro pan de cada día. Su labor es crucial; esencial para la cohesión y estabilidad de nuestra sociedad. Y, sin embargo, rara vez reciben el reconocimiento que merecen. Estas palabras son un intento de corregir esa omisión, de poner en valor su entrega y su sacrificio.

 

Quiero finalizar estas líneas recordando a todos los agentes que han dado su vida en cumplimiento de su deber. Su sacrificio no ha sido en vano. Sus nombres quedarán grabados en la memoria de aquellos que valoramos su esfuerzo y su entrega. Y a los que siguen en servicio, mi más profundo agradecimiento. La próxima vez que veamos a un miembro de la Guardia Civil, recordemos que detrás de ese uniforme hay una persona que ha elegido dedicarse a protegernos, a costa de su propio bienestar y seguridad.

La gratitud, esa virtud que a menudo olvidamos, debería ser nuestra respuesta constante a su labor.

Agradezcamos cada día su presencia, su esfuerzo y su sacrificio. Porque detrás del uniforme, late un corazón que se entrega por nosotros. Y eso, queridos lectores, merece ser reconocido y celebrado con toda la fuerza de nuestras palabras y acciones.