Que no se pierda la ilusión de creer. Empezando por uno mismo, eso que a veces nos cuesta tanto. En los demás, sobre todo los más cercanos y que tan bien nos quieren. En que todo va a salir, mejor o peor, pero saldrá. A veces, y más en circunstancias como las actuales, depende de nosotros más de lo que imaginamos.
Que no se pierda la ilusión de vivir. En primera persona, singular o plural depende del momento. Vivamos el aquí y el ahora, que nadie nos lo cuente o de lo contrario; nos arrepentiremos. Vivamos el futuro perfecto y hasta el más lejano. Pero con calma y perspectiva, que no se adueñe de lo que no le pertenece.
Que no se pierda la ilusión de soñar, en grande y por todo lo alto. Que si nuestros sueños no nos dan miedo, no son lo suficientemente grandes o importantes, dicen. Soñemos a pequeña escala y dejémonos sorprender. Que la grandeza a veces se oculta en lo más diminuto.
Que no se pierda la ilusión ni hoy ni mañana, venga lo que venga. Que la esperanza nos acompañe, y sea cierto eso de que es lo último que se pierde.
La ilusión es futuro, la ilusión es vida.
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